¿Quieres ser tan productivo/a como Benjamin Franklin?

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¿Te gustaría aumentar tu productividad

Hace unas semanas cayó en mis manos, por una de aquellas coincidencias inexplicables, Rituales Cotidianos, del escritor Mason Currey. Una obra en la que se narra cómo estructuraban sus días más de 150 reconocidos artistas históricos.

En este viaje por el tiempo, Currey coloca al lector en un lugar privilegiado, en el que podemos entrar al hogar de estos genios y conocer sus costumbres y manías. Desde la frenética rutina de Wolfang Amadeus Mozart, pasando por la costumbre de Voltaire de trabajar sin levantarse de la cama; o bien, el consumo masivo de alcohol que acabó con la vida del pintor Toulouse-Lautrec a los 36 años.

En un principio, pensé que todos estos genios creativos dispondrían de rutinas muy saludables, ya que cómo si no podrían haber dejado un legado tan extraordinario. Sin embargo, tras haber leído las primera páginas, en seguida encontramos que a veces el proceso creativo requería de grandes sacrificios, y a veces la salud era la mayor damnificada. W. H. Auden recurría a las amfetaminas, y Francis Bacon y Patricia Highsmith al alcohol; Fellini en cambio, era incapaz de dormir más de tres horas diarias.

El Prolífico Benjamin Franklin

Sin embargo, todos estos genios compartían su lucha por vencer la batalla al tiempo, y todos ellos dejaron de un modo u otro su propio legado. Entre toda esta maraña de rituales me ha llamado especialmente la atención el polifacético Benjamin Franklin.

El inventor del Pararrayos me ha impresionado por su clarividencia; por cómo logró adelantarse tantísimo a su tiempo. La gran mayoría de los rituales que recoge su autobiografía podrían ser aplicados en nuestra sociedad actual.

Franklin ya contaba con su propio programa de transformación personal en el siglo XVIII. Un programa de transformación en sólo 13 semanas. Cada una de estas semanas estaba dedicada a trabajar sobre una virtud específica. El objetivo del programa era alcanzar la perfección moral.

Resulta increíble que en el siglo XXI nosotros hayamos creado nuestro programa de 7 semanas de transformación personal siguiendo una estructura que invita a buscar similitudes, a pesar de que desconocíamos hasta hace unas semanas la existencia de un programa parejo con tres siglos de diferencia y diseñado y meditado por nada más y nada menos que Benjamin Franklin.

Más allá de esta anécdota, me gustaría destacar especialmente el cronograma que Franklin diseño para organizar su día perfecto. Alguien dijo una vez que somos esclavos de nuestros hábitos y que la única manera de vencer la batalla al tiempo, a las distracciones y a la procrastinación, es a través de disponer de hábitos efectivos que nos permitan ser altamente productivos.

El Cronograma ideal

Esta imagen recoge su distribución ideal de un día de trabajo. Benjamin Franklin se levantaba a las 5 de la mañana e iniciaba el día con una pregunta: ¿Qué bien haré en el día de hoy? Que podría entenderse mejor como: ¿Cómo haré del día de hoy un buen día?

Esa pregunta le permitía enfocarse, tomar una dirección a partir de la cual iba a entregar su esfuerzo y sus acciones.

Del mismo modo que decíamos que sin propósito somos como un GPS sin rumbo, sin una dirección bien definida al inicio del día, estamos condenados al caos y a la improvisación.

Desde las 5 hasta las 8 de la mañana Franklin reflexionaba sobre esta pregunta, mientras desayunaba, se acicalaba y conectaba espiritualmente con Dios, a quien él llamaba la Bondad Poderosa. Así pues, las tres primeras horas del día eran destinadas a crear un Estado de flujo creativo, a partir del cual poder generar un día productivo y brillante.

La importancia de un buen inicio

En nuestra sociedad actual, la sociedad del estrés, solemos sentirnos más cansados al levantarnos que al ir a dormir. Luego vamos con el tiempo justo para llegar al trabajo y fichar al límite. Eso implica que iniciamos la mañana con unos niveles de estrés brutales, que sin duda van a determinar el devenir del día.

Si sólo nos levantáramos una hora antes para desayunar plácidamente, acicalarnos, elegir nuestra mejor prenda de vestir, y dedicar 10-15 minutos a meditar y visualizar el día que queremos crear, nuestra vida sería ya extraordinariamente mejor. No me creas; Pruébalo.

Lo siguiente que hacía Benjamín Franklin era trabajar desde las 8 hasta las 12 de la mañana. 4 horas intensivas, sin pausas. Trabajar focalizado en un espacio libre de distracciones, y además, en una tarea que nos apasione nos permite ser altamente productivos en un espacio reducido de tiempo.

Franklin tuvo tiempo en sus 84 años de vida para consagrarse como político, llegando a ser Presidente de Pennsylvania; inventor y científico, erudito, embajador, editor de prensa e impresor, entre otros variopintos cargos. Un ejemplo sin duda, de que la vida bien aprovechada da para mucho.

Al mediodía descansaba entre las 12 y las 14 horas, tiempo para comer, mientras leía o revisaba sus cuentas. A algunos les puede impresionar que aprovechase su “rato de descanso” para seguir trabajando. Sin duda, en este punto es importante diferenciar entre trabajo árduo que exige estar con los 5 sentidos focalizados en una tarea, y trabajo pasivo, el cual podía realizar sin exceso de concentración.

De 14 a 18 horas, trabajaba intensamente y sin distracciones. Un periodo de 4 horas que le permitía producir y crear de manera masiva, haciendo un gran aprovechamiento del día. Es lo que a día de hoy llamaríamos un horario partido. A las 18 había daba por terminada su jornada laboral.

Examinando e integrando el día

En este punto, llegaba la segunda pregunta trascendente del día: ¿Qué bueno he hecho hoy? O dicho de otra manera, ¿Cómo he hecho del día de hoy un buen día?

Dedicaba las siguientes 4 horas para reflexionar sobre esa pregunta y poner en orden las cosas que había hecho durante el día. Aprovechaba esas horas para cenar, escuchar música o divertirse; o bien para sociabilizarse y conversar. Era al fin y al cabo, un modo distendido de examinar su día.

A las 10 de la noche se iba a dormir. Descansaba una media de 7 horas diarias y volvía a empezar con su rutina de productividad a las 5 de la mañana del dia siguiente.

Este es un ejemplo de Cronograma de un día ideal. Cuando analizamos y modelamos a genios, no necesariamente debemos calcar todo lo que hacían. Cada ser humano es diferente y nadie mejor que tú puede saber cuántas horas necesitas descansar al día. Pero sin duda, podemos aprender muchas cosas de esta planificación diaria.

¿A qué esperas para diseñar tu propio Cronograma ideal? En el mío, he incorporado la visualización al inicio del día y el agradecimiento antes de ir a dormir.

Nos vemos en el siguiente artículo. Te envío un abrazo enorme y todo mi apoyo en tu proyecto de vida.

Puedes encontrar más información de valor en www.benjaminporras.com

Gracias por estar ahí.

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