Cuentan que había un hombre acaudalado que tenía todo lo que anhelaba para ser feliz. Una familia maravillosa, una casa con vistas al mar, buena salud y unos ahorros en el banco. Su Estado de ánimo era inmejorable.
Un día al llegar al trabajo se encontró a su jefe más serio que de costumbre. Éste le invitó a pasar al despacho y allí bajo una tensión dramática, le contó que debían prescindir de él puesto que la empresa se encontraba en bancarrota.
De pronto, en un ínfimo instante, el hombre había perdido su cargo y su salario y se encontraba de patitas en la calle. Algo verdaderamente inesperado que le produjo enojo y tristeza.
Dos posibles continuaciones:
Opción 1-
No se lo podía sacar de su cabeza. Día tras día pensaba en lo desgraciado que se sentía de pronto. En lo injusta que estaba siendo la vida con él. Sentía una emoción intensa que le impedía descansar por las noches. Su cabeza no dejaba de dar vueltas sobre lo mismo una y otra vez. ¿Por qué? ¿Por qué a mí?.
En las siguientes semanas su humor cambió. Se volvió iracundo y reactivo. Mantenía su atención en el recuerdo del momento dramático, el cual revivía una y otra vez sin cesar.
Pronto, aquel humor quedó instalado en su carácter, en lo más profundo de su identidad.
Así pasaron los años y al cabo de algo más de una década un amigo le preguntó:
-¿Por qué estás siempre de tan mal humor?
– Porque hace 10 años lo perdí todo. Mi empresa me despidió repentinamente sin darme opción a defenderme ni a salvar mi cargo.
Opción 2-
Es cierto que se encontraba francamente mal, pero en seguida se dio cuenta que sentirse así le estaba haciendo mucho daño. Se dio cuenta que no dejaba de pensar en lo que había pasado y estaba entrando en un bucle obsesivo.
Así que decidió tratar de ver las cosas de otro modo. Al fin y al cabo, la empresa no lo había echado por nada personal, simplemente se había producido una situación complicada para ellos y no habían tenido otra alternativa.
Quizá la vida le deparaba otro camino más interesante. Así que decidió sólo tres días después actualizar su currículum, apuntarse a una academia de inglés para mejorar su nivel y empezar a hacer deporte para mejorar su forma física, su estética y su autoestima.
Al cabo de dos meses le llamaron para una entrevista en una de las empresas más grandes del país. Para su sorpresa le ofrecieron un cargo de gran valor con un salario que superaba sus expectativas.
Con el tiempo pudo comprar una caravana para su familia, con quien iba de viaje alrededor de Europa. Era Feliz, se sentía dichoso.
Al cabo de 10 años un amigo le preguntó:
-¿Por qué eres tan feliz si hace 10 años te echaron de aquella empresa?
– Es lo mejor que me pudo pasar en la vida.
Pensamientos y Emociones = Estado de Existencia
Cuenta el Dr. Joe Dispenza que nuestros pensamientos crean nuestra realidad. No en sentido metafórico sino en sentido explícito. Cuando pensamos cosas negativas sobre nuestra vida o nuestro futuro, o cuando quedamos atrapados en traumas del pasado, creamos emociones negativas.
Sentimos en el cuerpo sensaciones incómodas y dolorosas que nos llevan a pensar más cosas negativas. Y cuando pensamos esas cosas negativas sentimos aún más sensaciones desagradables en el cuerpo. Y así tejemos un círculo vicioso que puede durar eternamente.
Estamos acostumbrados a repetir los mismos patrones, el mismo contenido de nuestros pensamiento y las mismas acciones que detonan los mismos procesos emocionales día tras día.
Esto nos lleva a un Estado de Existencia, es decir una conexión mente-cuerpo, muy negativa. A menudo nos adentramos en Estados de Supervivencia donde nuestros sistemas de Alarma están encendidos permanentemente.
Los sistemas de alarma también conocidos como estrés están preparados para funcionar en momentos puntuales de nuestra vida durante períodos muy cortos de tiempo. Sin embargo, los seres humanos somos capaces de funcionar dentro de un estado de estrés permanente durante años.
El problema es que cuando estamos en estado de alarma segregamos sustancias adictivas y nocivas como el cortisol, que además estimulan de manera negativa y repetitiva los mismos genes. Eso nos lleva inevitablemente a que con el tiempo contraigamos enfermedades.
¿Qué podemos hacer?
La Neurociencia deja muy claro que tenemos la capacidad para transformar nuestra mente y en consecuencia cambiar nuestro cuerpo, nuestra salud y nuestro estado de ánimo.
Para ello debemos recurrir a la metacognición, es decir a pensar sobre nuestra manera de pensar. O dicho de otra manera, a familiarizarnos con nuestra manera de funcionar.
¿Cuándo me siento triste, qué pensamientos aparecen? Necesito identificarlos para hacer consciente lo inconsciente, puesto que solamente así podré llevar a la acción esta comprensión intelectual.
Para ello puede ser profundamente útil dedicar unos minutos diarios a la meditación. A estar con nosotros mismos observando cómo se relaciona nuestra mente, nuestros pensamientos, con nuestro cuerpo, con nuestras emociones.
Estados de Creatividad
Al fin y al cabo, sólo existen dos posibles estados en el cuerpo. O bien un estado de supervivencia donde el estrés se vuelve crónico. O bien, un estado de creatividad, donde ponemos todas nuestras capacidades en la configuración de una nueva realidad.
¿Qué ocurriría si la primera pregunta que nos hiciéramos al despertar fuera?:
¿Cómo voy a convertirme hoy en mi mejor posibilidad?
¿Qué ocurriría si comenzásemos a identificar nuestros pensamientos enlatados y dedicásemos tiempo a crear nuevas maneras de pensar?
Cuando accedemos a estos estados de creatividad, perdemos la noción del tiempo, nos olvidamos de quienes somos y simplemente estamos presentes. En estos estados dejamos de estimular negativamente a los genes que nuestro viejo yo estaba detonando una y otra vez.
En estos estados de creatividad nuestra energía fluye, libre de bloqueos, hacia nuestro corazón, irradiando alegría.
Lo más difícil de todo esto es que encuentres el tiempo para llevar esta reflexión a la práctica. Ahora bien, si realmente esto es urgente, ¿Por qué no empezar en este mismo instante?
Nos vemos en el siguiente artículo. Te envío un abrazo enorme y todo mi apoyo en tu proyecto de vida.
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Gracias por estar ahí.